-¿Hasta qué punto es inevitable pasar por el embudo etnológico para sentirse pintor amazónico? ¿Es necesario ser pintor “amazónico” o sólo pintor a secas?
-¿Avizoras en tu recorrido un ayer de tu propuesta “shipiba”, un alejamiento o una
compenetración mayor con los verdaderos desafíos del arte contemporáneo?
¿Por qué?
Un abrazo y quedo en espera de tus respuestas.
En espera quedé durante varios días y entre tanto realicé un paseo mental por
los cuadros de Juan Orsi. Entré luego en su blog y vi la reproducción de un
autorretrato realizado en 1982. El telón de fondo es una pared desconchada en la
que destaca un rostro
de frente amplia y la
mirada altiva de un
hombre joven detrás de
unas grandes gafas claras.
Seguí navegando y encontré otro autorretrato realizado muchos años más tarde en el
exilio italiano. El telón de fondo es una habitación cuyas paredes están pobladas de
trazos y símbolos geométricos shipibos. El busto parece el de un hombre cansado, con
la cabeza que gira hacia la izquierda para mostrarnos una mirada triste. Saltan a la vista
los contrastes anímicos entre uno y otro así como los decorados. Es como si en la
extranjería hubiera nacido la necesidad de reconstruir mental y materialmente la casa que
dejara.
No es que este elemento apareciera por primera vez en su obra. Recordé que en varios
de mis regresos a Pucallpa, mi hermano Arturo me había invitado a visitar la casa de su
amigo Luis Basagoitia. En esa casa me encontré con la más amplia colección de pintura
ucayalina que hasta ahora conozco y, por supuesto, con varios cuadros de Orsi. Ahí
estaban los elementos a los que aludo: los cántaros, las mocahuas, los tejidos, las
serpientes, el erotismo, el mundo mágico, pero todo como vistos, contemplados, no
insertos en su propia vida.
El desplazamiento del punto de vista era lo que había cambiado con los años y los
alejamientos.
En la víspera de la inauguración de la muestra recibí la esperada respuesta de Juan:
Turín, 9 de Mayo de 2011
Con respecto a tus preguntas, te cuento una anécdota de mis años de estudiante
en las escuelas de bellas artes, tanto en Trujillo como en Lima.
Cuando los profes de diversos cursos y talleres artísticos nos encargaban realizar "investigaciones" sobre las culturas precolombinas del Perú, les propuse que iniciáramos un acercamiento a la etnia Shipibo, en especial al estudio de los rasgos gráficos "impresos" en las diversas manifestaciones artesanales. Yo me sentía íntimamente atraído por ese elemento tal vez por ser oriundo de Ucayali. Los profes, curiosos por la propuesta, me permitieron el desafío. Así comencé a navegar en la inquietante y misteriosa geometría Shipibo, y paulatinamente se fue convirtiendo en mí en una alternativa estético/plástica para encontrarme conmigo mismo y lograr mi propia identidad como artista.
Espero que estas breves líneas te ayuden a avizorar, no sólo lo que propongo sino también mi actitud como artista amazónico. Nos vemos mañana.
De un sólo plumazo quedaban en el olvido la segunda y la tercera pregunta. Intrigado por esta salida por la tangente, asistí temprano a la cita, es decir a la etapa parisina de esta nueva gira, con la idea de encontrar en los mismos cuadros alguna explicación.
La exposición tenía lugar en la Maison des Assocaition del distrito quince de París.
Se trataba de una muestra de más de treinta objetos visuales de diferentes dimensiones, concebidos unos en tela, otros en cartón y unos cuantos en yanchama, -corteza extraída del árbol de Ojé con la que las etnias amazónicas elaboran cuadros rectangulares de diferentes tamaños, máscaras utilizadas en los bailes tradicionales, muñecas, trajes típicos para ceremonias y bolsos. Pero más allá de estos detalles encontré que la obra de Orsi estaba marcada por un sello al mismo tiempo individual y colectivo: el mundo amazónico, no sólo el mundo shipibo.
Hasta donde mis ojos pueden ver, reconocí en un trozo de yanchama el trazado de un pueblo ribereño: el puerto, los niños imitando el ritual de los mayores; los padres reproduciendo el ritual de los antepasados; las cabañas, los animales cohabitando con los hombres dentro del espacio doméstico.
Hasta donde me es dado reconocer todavía, mis ojos volvieron a llevarme por los espacios sagrados del mundo amazónico: el renacal, la tahuampa, los espacios preferidos de nuestras divinidades.
Me pareció asimismo que el valor de la exposición se hallaba en la idea y en el desarrollo de esta, traducida en sorprendentes óleos, acuarelas, tintas, batik, acrílicos, esgrafiados.
El concepto de su mundo es una síntesis que guía los procesos y su materialización. Es
decir, ya que la forma tomada como entidad abstracta carece de significación, el artista
parte del concepto, o de la evocación, que lleva implícita tanto la forma como el
contenido. Esto equivale a decir que sus objetos visuales están totalmente constituidos
por la idea de recuperar la casa abandonada.
En estas consideraciones cobra actualidad el concepto de casa de Lao Tse: “una casa no
son las paredes y el techo, sino el espacio en que se vive.”
Juan vive mentalmente en el espacio amazónico aunque su cuerpo y su alma transcurran
su existencia terrena en Italia o en otros lugares del planeta.
Recorriendo la exposición de su obra me encontré con otro autorretrato, tal vez el más
reciente de los que he tratado de describir. El hombre pareciera estar sentado en una
mecedora, pero en la imagen sólo se le ve desde la cintura hacia arriba. El rostro ya no
traduce el desafío ni la tristeza; ahora está habitado por una sonrisa. Pero lo más
sorprendente es que los trazados geométricos shipibos o más bien amazónicos ya no solo están
cubriendo todas las paredes. Ellos son ahora parte del torso desnudo, parte también del rostro.
Como si quisiera decirnos lo que Orsi es en cuerpo y alma, aquí o donde sea.
Y recién entonces comprendí por qué no había dado respuesta a las dos últimas preguntas de mi cuestionario. La forma afecta al contenido, pero la forma - espacio, forma - y el contenido resultan en su obra una ralidad inescindible.
Orsi se ha convertido en un Chaikoni Jonibo, un ser encantado según la lengua
shipiba.
Un ser encantado y enfrentado con los desafíos del color y la luz. Un ser
compenetrado con las infinitas posibilidades pictóricas del mundo mágico
que la Amazonía peruana le ha otorgado.
Un Chaikoni que puede también pintar como un artista de cualquier parte del mundo,
un conocedor de las parcelas de realidad en las que se desarrolla su existencia.
Esa fue la visión que me formé después de observar sus cuadros antes de la
inauguración de la muestra. Y esto fue más o menos lo que dije pocos minutos después:
Los artistas, cualquiera sean las formas de expresión, los artistas de cualquier parte del
mundo, se enfrentan, unos con las parcelas del mundo que más conocen, otros con
alguno de los múltiples seres que habitan dentro de cada quien, sin olvidar a aquellos que
andan enmascarados.
Los artistas traducen o reproducen sus sueños, la vida, lo más intimo que llevan dentro
de sí. Y eso es justamente lo que hace Orsi, aquí y donde sea.
Jorge Nájar
París, Mayo del 2011.